Retrato de Gustavo Adolfo Bécquer, por Valeriano Bécquer
Soy un decidido admirador de la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer. Y también de su prosa. He oído decir a un amigo, Catedrático de Literatura, que desde un punto de vista “técnico”, toda su poesía, y especialmente las Rimas, son de una perfección casi absoluta. Si a esta opinión sobre las Rimas de Bécquer, tan cualificada y tan favorable, le añadimos lo extraordinariamente bien que, con su voz firme y potente, nos las recita nuestro amigo Ramón Sorribas, estaremos en disposición de disfrutarlas a placer.
Partiendo de un lenguaje claro y aparentemente sencillo, Bécquer utiliza con gran habilidad su talento poético para llegar, rápida y directamente al corazón del lector. Y no con sensiblería, sino con elegancia. No es de extrañar que este poeta tenga fama de haber sido una persona con sensibilidad y gusto exquisitos, fuera de lo común.
Voy a comentarles algunos aspectos de la personalidad de Bécquer que quizá no sean muy conocidos. Era hijo de un pintor llamado José Domínguez Insausti, que firmaba sus obras con el falso apellido “Bécquer”, que en realidad era el de un lejano antepasado suyo, originario de Flandes. Sus dos hijos: Valeriano, nacido en 1833 y Gustavo Adolfo, nacido en 1836, ambos artistas, también adoptaron este mismo seudónimo como si fuera su apellido verdadero. El primero fue un buen pintor y dibujante, y el segundo, como es bien sabido, prefirió dedicarse a la Literatura, aunque también aprendió de su padre a dibujar extraordinariamente bien.
El conocido retrato del poeta Gustavo Adolfo Bécquer que encabeza este artículo fue pintado por su hermano Valeriano, que tiene expuestas algunas obras suyas en varios museos: el de Bellas Artes de Sevilla, el Museo Romántico en Madrid, etc. En cuanto a Gustavo Adolfo, si bien dedicaba su tiempo preferentemente a la poesía y a las leyendas en prosa que le hicieron tan famoso, también publicaba de vez en cuando sus dibujos en algunas revistas.
A continuación vemos una obra suya, titulada “Una extraña confesión”. A la vista está que era un buen dibujante. Es verdaderamente graciosa la cara del confesor. Y si miramos atentamente, veremos que por debajo de la amplia falda de la penitente asoma un largo rabo que llama la atención del misterioso niño (¿un monaguillo?) que aparece detrás. O sea, que tampoco esta dama parece ser un modelo de inocencia; ella y el confesor son tal para cual. Empezamos a intuir que Bécquer, el delicado poeta, también tenía un sentido del humor algo mordaz y no siempre muy romántico.
“Una extraña confesión”. Autor: Gustavo Adolfo Bécquer
En 1856, la reina Isabel II llamó a gobernar por tercera vez al General Narváez, al que apodaban “El espadón de Loja” por su intransigencia con los ideales liberales y revolucionarios. Le sustentaba el partido moderado, radicalmente conservador, cuya ala más autoritaria estaba liderada por Luis González Bravo, ministro de la Gobernación, quien tenía una cierta amistad con Gustavo Adolfo Bécquer. Nuestro poeta pudo disfrutar así durante algunos años del empleo de censor de novelas, para el que se requería oficialmente tener el título de abogado, que él no poseía. Pero su amigo el ministro González Bravo se saltó la legalidad y le impuso en dicho cargo, a pesar de las protestas de los otros aspirantes.
En 1868 estalló en España una revolución, llamada “La gloriosa”, que destronó a Isabel II. Tuvo que emigrar a Francia González Bravo, el ministro amigo de Gustavo Adolfo Bécquer, quien viendo venir anticipadamente este acontecimiento, había dimitido de su cargo poco antes. Y seguidamente, empleando una expresión popular, “cambió de chaqueta”, volviéndose ahora ferozmente antimonárquico. No solo eso, sino que en colaboración con su hermano Valeriano, realizaron una serie de 111 láminas satíricas en acuarela a todo color, con el título genérico de “Los Borbones en Pelota”, destinadas a publicarse en periódicos y revistas republicanos, que firmaron con el seudónimo SEM.
La mayor parte de estas láminas son de una procacidad y de una crudeza tales, que no me atrevo a reproducirlas aquí. Son dibujos satíricos, cuyos protagonistas principales, representados en actitudes groseramente pornográficas, son: la Reina Isabel II; varios de sus amantes, muchos de ellos conocidos políticos de la época; su marido, que era homosexual; su confesor, San Antonio María Claret; la monja Sor Patrocinio, conocida como “La Monja de los Milagros” y la Infanta Isabel, hija de la Reina. Y no faltan tampoco otros conocidos personajes de la época: El futuro Rey Alfonso XII, los Generales Narváez, Prim y Serrano, el Emperador de Francia Napoleón III, su esposa Eugenia de Montijo, el ministro González Bravo, varios obispos, e incluso el Papa Pío IX. También estos personajes aparecen ferozmente caricaturizados, y casi siempre en actitudes obscenas. Actualmente, estas 111 láminas son propiedad del Museo del Prado, que no las tiene expuestas; fácilmente se entiende por qué.
No es ningún secreto que Isabel II era muy promiscua. Los historiadores conocen 32 de sus amantes con nombres y apellidos, y creen que aún hubo algunos más. Entre ellos estaba el General Serrano, al que ella llamaba “El General Bonito”, el primer ministro Carlos Marfori, el compositor Emilio Arrieta, Enrique Puig Moltó, capitán de la guardia real, presunto padre de Alfonso XII, etc. También es cierto que su marido, Francisco de Asís y Borbón era homosexual y tenía un amante; popularmente se le llamaba “Paquito Natillas”. Corría por la calle este dicho: "Paco Natillas es de pasta flora y se mea en cuclillas como una señora”.
También aparece dibujado en esta serie, en situaciones muy obscenas, el confesor de la Reina, San Antonio María Claret. Era éste un personaje un tanto oscuro. Absolvía sin ningún problema a la Reina tras cada uno de sus múltiples episodios de desenfreno; pero no hay constancia de que participara en ninguna orgía sexual. Ni tampoco la hay de la participación de la famosa monja Sor Patrocinio, amiga de la Reina, que afirmaba tener visiones místicas. Ni tampoco de la participación de la Infanta Isabel, hija de la Reina. A pesar de ello, como ya se ha dicho, esta serie es brutalmente pornográfica y no se compadece de ninguno de los personajes que retrata.
Les citaré dos libros dedicados a esta serie de dibujos. El primero, que es un estudio muy detallado y extenso, se titula: “Los Borbones en pelota”; su autora es Isabel Burdiel. En su navegador puede usted encontrar un resumen de dicho libro, y también, a partir de la página 75, todas las láminas de la serie, bien reproducidas y precedidas de una explicación de cada uno de los personajes que aparecen en ellas. Las palabras clave de búsqueda son: “Los Borbones en pelota - Institución Fernando el Católico”; o bien, directamente:
https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/32/48/_ebook.pdf
El segundo libro se titula: “Pornografía y Sedición: la propaganda antimonárquica hacia 1868” del Dr. Don Mariano Caballero Espericueta. En él, su autor comenta algunos aspectos negativos y poco conocidos de la vida privada de Gustavo Adolfo Bécquer, tales como que no tuvo reparos en criticar abiertamente en sus dibujos pornográficos a su antiguo amigo González Bravo, el ministro que tanto le había beneficiado; que parecía carecer de toda clase de ideales o de valores morales; que su mujer le abandonó y se fue con otro, etc. Hay en Internet un resumen de este libro. Al final del mismo aparecen, comentadas, cuatro láminas de la serie, aunque su reproducción es de poca calidad. En su navegador, se puede encontrar con las palabras clave de búsqueda: “Pornografía y Sedición-Dialnet”; o bien, directamente:
file:///C:/Users/Lenovo/Downloads/Dialnet-PornografiaYSedicion-6771007-1.pdf
En ambos libros se lee, entre otras cosas, que los investigadores actuales creen que los hermanos Bécquer no son los autores de todas las acuarelas de esta serie, sino que contaron también con la colaboración de otros artistas, conocidos suyos.
Volviendo ahora a nuestro personaje de carne y hueso, el gran poeta Gustavo Adolfo Bécquer, es posible que a quienes no conocían hasta ahora la procacidad y la grosería con la que él y su hermano eran capaces de dibujar a todos estos personajes históricos, así como su notoria ingratitud hacia sus benefactores, se les haya “caído del pedestal” su imagen de hombre extremadamente sensible y refinado. Pero con independencia de cómo se interpreten estos aspectos poco conocidos de su personalidad, el valor intrínseco de su poesía continúa siendo el mismo de siempre. Personalmente, sigo considerándole como uno de los mejores poetas de todos los tiempos.
Creo que Gustavo Adolfo Bécquer fue un hombre de una inteligencia y una sensibilidad fuera de lo común. Si a esto le añadimos su desbordante vitalidad, el resultado es un hombre que sobresalía extraordinariamente, tanto en su faceta poética y soñadora, en la que era un genio, como en su faceta mordaz y despiadada. Lo primero se manifiesta principalmente en su obra literaria, y lo segundo en su obra gráfica.
Si de alguna manera sentimos la tentación de criticar a este gran poeta, debemos pensar que a fin de cuentas era humano; como todos nosotros, tenía buenas cualidades, pero también su lado oscuro. Por otra parte, no tuvo mucho tiempo para manifestar, ni su genio literario ni su habilidad como dibujante. Murió, probablemente de tuberculosis, agravada por un fuerte catarro, cuando tan solo tenía 34 años.
Autor : Enrique Garralaga Robres.
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