Buscando y
rebuscando en mis antiguos recuerdos, he conseguido reconstruir en estos
dibujos, como era aquella fuente llamada
fuente del Duque y el gran servicio que hacia en el siglo XIX y XX.
No he
podido conseguir datos de su construcción, parece ser que fue por la misma
época que el castillo Ducal, ya que su estilo era muy parecido.
Se
aprovecho un pequeño manantial, que salía a unos ciento cincuenta metros de la
calle San Braulio, en el camino llamado de la fuente.
Debio de
ocurrir en aquellos años del Ducado de Hijar, en un ambiente tan seco, junto a
un rio Martin entonces sin pantanos, muchas veces sin agua, y otras con grandes riadas, lo que hacia que a menudo bajasen aguas sucias y embarradas,
creando gran dificultad para lavar la ropa y abrevar el ganado. Con esta fuente se consiguió paliar un poco
el problema y al mismo tiempo servir agua a los ganados que hacían la trashumancia
por el paso cabañal, que entrando por el puente, Calle Otal, Cuesta del Olmo,
Calle de la Magdalena, ( hoy parte de la Calle San Braulio ), eras de San
Vitorian, salían al pueblo por la Val del Carabinero.
Entre la
calle san Braulio y las eras de San Vitorian, aparece este camino de la fuente,
con su recorrido de unos trescientos metros, hasta su salida al rio. A unos cien metros del paso cabañal se
encontraba aquella magnifica fuente como podeis ver en estos dibujos.
En la
década de los años treinta, iba con mi tia que vivía en la Torre la Pilarica a
buscar agua, con su cantara a la cabeza para amasar pan, ya que ella decía que
con el agua de aquel chorrico eran mucho mejor los panes, yo, como crio, me iba
fijando en todo, se me hacia raro que saliera el agua a un metro del suelo entre
aquellas piedras, y pensaba ente mi, ¿ pasaría por aquí Moises, tocando la
piedra con su baston para que saliese agua ?.
Este chorro caia a una pila de piedra que tenia dos agujeros, por uno
seguía el agua por un acueducto de losas de piedras hasta la fuente que estaba
a unos nueve metros del manantial, por el otro agujero bajaba también a un
abrevadero también de piedra, pegado a las losas del acueducto. A unos cuarenta centímetros del suelo se
embalsaba el agua en aquel canal de
treinta centímetros de anchura, para que
bebiese el ganado con comodidad. El agua
del acueducto al llegar a la fuente se metia por un agujero, yendo a salir a
las pozas de lavar.
Estas
pozas, tenían cuatro metros cuadrados cada una, el agua sobrante del abrevadero
también aparecia un solo desague.
Una de las
ultimas veces que fui allí, ya estaba muy deteriorada, y aún asi había una
mujer lavando que me gritaba cuando me subia a aquellas lavaderas, agarrado a
los pilaretes, que sostenían el tejado.
Por debajo tenia unos maderos de pino colocados de una manera extraña,
para que el agua de lluvia en vez de irse hacia fuera como en todas las casas,
cayera hacia dentro, ganando cantidad y calidad en el agua de las pozas.
Esta fuente
era un gran alivio para las amas de casa
cuando las aguas del rio bajaban turbias, así como para los trashumantes que
podían abrevar sus ganados en un agua limpia, disfrutando de un descanso en
aquel amplio camino de la fuente a la sombra de los latoneros y olmos que había
en sus orillas, incluso podían seguir hasta el rio y gozar de su alameda.
Así era
aquella magnifica fuente del Duque, con su acueducto y abrevadero de piedra sus
esquinas y pilares de ladrillos aquel entramado de maderos de pino con su
tejado hacia dentro, sus dos escaleras de piedra para bajar a aquel suelo
empedrado, y sus lavaderas de piedra muy desgastadas de tantas ropas que allí
se había restegado, algunas de gran valor, pertenecientes a Duques y quizás
hasta algún Rey.
Cuando era
zaga, me gustaba escuchar las cosas que contaban los mayores. En un ocasión alrededor de la fuente que
había en el centro de la Plaza de la Villa, con sus cuatro grifos que salían de
un poste central terminado en una preciosa cruz, comentaban los mayores lo mal
que lo pasaban aquellos tres mil y pico habitantes que tenia Hijar, sin más
agua en el pueblo que el rio y la Fuente del Duque para todos los menesteres de
la casa y para dar de beber a los animales del corral. Decian lo grave que era cuando por causa de
las tormentas en el rio bajaba el agua turbia, entonces se formaban grandes
colas de mujeres con sus cantaras a la cabeza, para conseguir agua limpia en
aquel chorrico de la Fuente de Duque.
Decian que
en aquellos tiempos era normal ver bajar a los mozos con sus toallas al cuello,
a las siete de la mañana a lavarse en el rio, para estar limpios todo el
día. Las mozas, como más recatadas que
eran, bajaban con sus cantaras a la cabeza para subir el agua para los
menesteres de la casa y su aseo personal, saliendo a la calle tan guapas como
las que salen hoy después de una buena ducha.
Yo estaba con la boca abierta oyendo estos relatos.
Todo esto
así parece hasta romántico, pero si nos paramos a pensar un poco comprenderemos
lo duro que era subir toda el agua que se gastaba en las casas, desde el rio,
la acequia del Pozadero o la Acequia de las Vegas.
Desde
tiempo inmemorial esta fue la preocupación de todos los ayuntamientos habidos
en Hijar, fuesen del signo que fuesen, se hacían proyectos para instalar
fuentes en las plazas, pero siempre se llegaba a la misma conclusión, las arcas
municipales no podían afrontar un gasto tan grande, así iban pasando los años y
el pueblo seguía sufriendo esperando que un día llovieran millones.
En mi afán
de encontrar datos de la construcción de aquella Fuente del Duque, consulte los
libros escritos por Mariano Laborda, con
los títulos de Recuerdos de Hijar uno y dos y no encontré nada respecto a su
construcción, pero si comprendi el porque de su abandono
En el libro
Recuerdos de Hijar 2, Mariano Laborda
dedica desde la pagina catorce a la veinte al ayuntamiento de Hijar presidido
en aquel entonces por Don Joaquin Bernad.
En una nota aclaratoria con letra pequeña, la numero veintiuno, se
refiere a la instalación de las fuentes
publicas en distintos puntos, “ una importante e indiscutible mejora,
inaugurada el 29 de junio del año 1922, festividad de San Pedro.
Esto me
hizo recordar lo que hace muchos años me conto una mujer que vivio hasta que se
caso en una torre propiedad de Don Joaquin Bernad, por esto, muchas mañanas iba
a ayudar a las criadas que servían en la gran casa de los Bernad, sita frente a
a casa Parroquial, bombardeada y reconstruida, hoy con el numero 7. La mayor ayuda era subir agua del rio, la
cogían debajo de lo que hoy es el Bar Papi, con las cantaras en la cabeza por a
Cuesta de la Abadia hasta el primer piso de aquella casa. Contaba que cuando Don Joaquin Bernad, las
veía tan cansadas por aquel duro trabajo, se le oia murmurar, “ esto lo tengo
que solucionar como sea “ y así lo hizo.
Con más
ilusión que recursos emprendió esta gran obra de poner fuentes de agua en todas
las plazas del pueblo, sabiendo que seria muy difícil pagarlas.
Esta fue a
grandes rasgos aquella gran obra. Se
realizo un pozo a una distancia prudencial del rio Martin, junto al hoy Monumento a la Semana Santa, para que aunque
bajase el agua turbía por el rio, al pozo llegara siempre limpia. Sobre el pozo se hizo una habitación donde se
colocaron unas bombas que subían directamente e agua hasta un deposito que aún existe
en el castillo. Alli se repartia a las
casas que quisieran ponerla y aquellas diez fuentes puestas en los siguientes
puntos : Plaza de San Antón, Plaza del
Olmo, Santa Rosa, Plaza de San Blas, Callizo de la Calle San Braulio, Subida
al Castillo, Plaza de la Parroquia,
Carretera Fuente Morros, San Jeronimo, Plaza de la Villa, mas dos abrevaderos,
el del ferial, hoy se emplea como jardinera para adornar la zona donde esta la
Caja de la Inmaculada. El segundo se
destruyo para hacer el Monumento a la Semana Santa, desde este por una escalera
que todavía existe, se bajaba al cuarto de bombas y aún amplio lavadero.
Su
inauguración fue una gran fiesta, días después los hombres comentaban lo gusto
que bebian las caballerías en aquellos abrevaderos , en los que salía siempre
el agua limpia y fresca y toda la que querían, pues antes, por no llevarlas al
rio se pasaban todo el día sin beber.
Las mujeres
mientras escobaban la calle comentaban el descanso que era tener el agua tan
cerca de casa, decía una, yo no me canso de lavar y fregar renovando
continuamente el agua de los animales, ¡ los lustrosos y majos que se han
puesto todos ¡a mi tocino se le ve engordar.
Otra decía con mucha sorna : hasta mi gallo canta mejor por las mañanas,
parece que tenga la voz más clara. Una
tercera que se acercaba con una caña por bastón que decía que o podían haber
hecho antes, que ya estaba descuajeringada de tanto subir agua de rio. Todos los comentarios eran de sastifacción.
Solo a
aquella Fuente del Duque le entro la tristeza, acostumbrada a ver pasar a todo
el mundo por allí, sobre todo cuando las aguas del rio bajaban turbias, se fue
quedando sola . En los años 40, ya nadie
se acordaba de limpiar las pozas, solo iba por allí aguna nostálgica como mi
tia, que seguía pensando que aquella agua era mejor para amasar los panes. Así se fue destruyendo, quizá pensaría que
por lo menos con sus ruinas se conservaría su recuerdo, pero hasta esto se
borro. Se lle echaron encima cuatro
metros de altura con tierra para ganar a ese nivel unos metros de tierra
cultivable. Este fue el final de
aquella estupenda Fuente del Duque .
Descanse en paz.
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