martes, 12 de agosto de 2014

AQUELLA FUENTE DEL DUQUE Y OTRAS FUENTES. Autor : José Mallor Espinosa.


                                                                                     

Buscando y rebuscando en mis antiguos recuerdos, he conseguido reconstruir en estos dibujos, como era aquella fuente  llamada fuente del Duque y el gran servicio que hacia en el siglo XIX y XX.

No he podido conseguir datos de su construcción, parece ser que fue por la misma época que el castillo Ducal, ya que su estilo era muy parecido.

Se aprovecho un pequeño manantial, que salía a unos ciento cincuenta metros de la calle San Braulio, en el camino llamado de la fuente.

Debio de ocurrir en aquellos años del Ducado de Hijar, en un ambiente tan seco, junto a un rio Martin entonces sin pantanos, muchas veces sin agua, y otras con  grandes riadas, lo que hacia que  a menudo bajasen aguas sucias y embarradas, creando gran dificultad para lavar la ropa y abrevar el ganado.  Con esta fuente se consiguió paliar un poco el problema y al mismo tiempo servir agua a los ganados que hacían la trashumancia por el paso cabañal, que entrando por el puente, Calle Otal, Cuesta del Olmo, Calle de la Magdalena, ( hoy parte de la Calle San Braulio ), eras de San Vitorian, salían al pueblo por la Val del Carabinero.

Entre la calle san Braulio y las eras de San Vitorian, aparece este camino de la fuente, con su recorrido de unos trescientos metros, hasta su salida al rio.  A unos cien metros del paso cabañal se encontraba aquella magnifica fuente como podeis ver en estos dibujos.

En la década de los años treinta, iba con mi tia que vivía en la Torre la Pilarica a buscar agua, con su cantara a la cabeza para amasar pan, ya que ella decía que con el agua de aquel chorrico eran mucho mejor los panes, yo, como crio, me iba fijando en todo, se me hacia raro que saliera el agua a un metro del suelo entre aquellas piedras, y pensaba ente mi, ¿ pasaría por aquí Moises, tocando la piedra con su baston para que saliese agua ?.  Este chorro caia a una pila de piedra que tenia dos agujeros, por uno seguía el agua por un acueducto de losas de piedras hasta la fuente que estaba a unos nueve metros del manantial, por el otro agujero bajaba también a un abrevadero también de piedra, pegado a las losas del acueducto.  A unos cuarenta centímetros del suelo se embalsaba el agua en aquel canal  de treinta centímetros de anchura, para  que bebiese el ganado con comodidad.  El agua del acueducto al llegar a la fuente se metia por un agujero, yendo a salir a las pozas de lavar.

Estas pozas, tenían cuatro metros cuadrados cada una, el agua sobrante del abrevadero también aparecia un solo desague.

Una de las ultimas veces que fui allí, ya estaba muy deteriorada, y aún asi había una mujer lavando que me gritaba cuando me subia a aquellas lavaderas, agarrado a los pilaretes, que sostenían el tejado.  Por debajo tenia unos maderos de pino colocados de una manera extraña, para que el agua de lluvia en vez de irse hacia fuera como en todas las casas, cayera hacia dentro, ganando cantidad y calidad en el agua de las pozas.

Esta fuente era un gran alivio para  las amas de casa cuando las aguas del rio bajaban turbias, así como para los trashumantes que podían abrevar sus ganados en un agua limpia, disfrutando de un descanso en aquel amplio camino de la fuente a la sombra de los latoneros y olmos que había en sus orillas, incluso podían seguir hasta el rio y gozar de su alameda.

Así era aquella magnifica fuente del Duque, con su acueducto y abrevadero de piedra sus esquinas y pilares de ladrillos aquel entramado de maderos de pino con su tejado hacia dentro, sus dos escaleras de piedra para bajar a aquel suelo empedrado, y sus lavaderas de piedra muy desgastadas de tantas ropas que allí se había restegado, algunas de gran valor, pertenecientes a Duques y quizás hasta algún Rey.

Cuando era zaga, me gustaba escuchar las cosas que contaban los mayores.  En un ocasión alrededor de la fuente que había en el centro de la Plaza de la Villa, con sus cuatro grifos que salían de un poste central terminado en una preciosa cruz, comentaban los mayores lo mal que lo pasaban aquellos tres mil y pico habitantes que tenia Hijar, sin más agua en el pueblo que el rio y la Fuente del Duque para todos los menesteres de la casa y para dar de beber a los animales del corral.  Decian lo grave que era cuando por causa de las tormentas en el rio bajaba el agua turbia, entonces se formaban grandes colas de mujeres con sus cantaras a la cabeza, para conseguir agua limpia en aquel chorrico de la Fuente de Duque.

Decian que en aquellos tiempos era normal ver bajar a los mozos con sus toallas al cuello, a las siete de la mañana a lavarse en el rio, para estar limpios todo el día.  Las mozas, como más recatadas que eran, bajaban con sus cantaras a la cabeza para subir el agua para los menesteres de la casa y su aseo personal, saliendo a la calle tan guapas como las que salen hoy después de una buena ducha.  Yo estaba con la boca abierta oyendo estos relatos.

Todo esto así parece hasta romántico, pero si nos paramos a pensar un poco comprenderemos lo duro que era subir toda el agua que se gastaba en las casas, desde el rio, la acequia del Pozadero o la Acequia de las Vegas.

Desde tiempo inmemorial esta fue la preocupación de todos los ayuntamientos habidos en Hijar, fuesen del signo que fuesen, se hacían proyectos para instalar fuentes en las plazas, pero siempre se llegaba a la misma conclusión, las arcas municipales no podían afrontar un gasto tan grande, así iban pasando los años y el pueblo seguía sufriendo esperando que un día llovieran millones.

En mi afán de encontrar datos de la construcción de aquella Fuente del Duque, consulte los libros escritos por Mariano  Laborda, con los títulos de Recuerdos de Hijar uno y dos y no encontré nada respecto a su construcción, pero si comprendi el porque de su abandono

En el libro Recuerdos de Hijar 2, Mariano  Laborda dedica desde la pagina catorce a la veinte al ayuntamiento de Hijar presidido en aquel entonces por Don Joaquin Bernad.  En una nota aclaratoria con letra pequeña, la numero veintiuno, se refiere a la  instalación de las fuentes publicas en distintos puntos, “ una importante e indiscutible mejora, inaugurada el 29 de junio del año 1922, festividad de San Pedro.

Esto me hizo recordar lo que hace muchos años me conto una mujer que vivio hasta que se caso en una torre propiedad de Don Joaquin Bernad, por esto, muchas mañanas iba a ayudar a las criadas que servían en la gran casa de los Bernad, sita frente a a casa Parroquial, bombardeada y reconstruida, hoy con el numero 7.  La mayor ayuda era subir agua del rio, la cogían debajo de lo que hoy es el Bar Papi, con las cantaras en la cabeza por a Cuesta de la Abadia hasta el primer piso de aquella casa.  Contaba que cuando Don Joaquin Bernad, las veía tan cansadas por aquel duro trabajo, se le oia murmurar, “ esto lo tengo que solucionar como sea “ y así  lo hizo.

Con más ilusión que recursos emprendió esta gran obra de poner fuentes de agua en todas las plazas del pueblo, sabiendo que seria muy difícil pagarlas.

Esta fue a grandes rasgos aquella gran obra.  Se realizo un pozo a una distancia prudencial del rio Martin, junto al hoy  Monumento a la Semana Santa, para que aunque bajase el agua turbía por el rio, al pozo llegara siempre limpia.  Sobre el pozo se hizo una habitación donde se colocaron unas bombas que subían directamente e agua hasta un deposito que aún existe en el castillo.  Alli se repartia a las casas que quisieran ponerla y aquellas diez fuentes puestas en los siguientes puntos :  Plaza de San Antón, Plaza del Olmo, Santa Rosa, Plaza de San Blas, Callizo de la Calle San Braulio, Subida al  Castillo, Plaza de la Parroquia, Carretera Fuente Morros, San Jeronimo, Plaza de la Villa, mas dos abrevaderos, el del ferial, hoy se emplea como jardinera para adornar la zona donde esta la Caja de la Inmaculada.  El segundo se destruyo para hacer el Monumento a la Semana Santa, desde este por una escalera que todavía existe, se bajaba al cuarto de bombas y aún amplio lavadero.

Su inauguración fue una gran fiesta, días después los hombres comentaban lo gusto que bebian las caballerías en aquellos abrevaderos , en los que salía siempre el agua limpia y fresca y toda la que querían, pues antes, por no llevarlas al rio se pasaban todo el día sin beber.

Las mujeres mientras escobaban la calle comentaban el descanso que era tener el agua tan cerca de casa, decía una, yo no me canso de lavar y fregar renovando continuamente el agua de los animales, ¡ los lustrosos y majos que se han puesto todos ¡a mi tocino se le ve engordar.  Otra decía con mucha sorna : hasta mi gallo canta mejor por las mañanas, parece que tenga la voz más clara.  Una tercera que se acercaba con una caña por bastón que decía que o podían haber hecho antes, que ya estaba descuajeringada de tanto subir agua de rio.  Todos los comentarios eran de sastifacción.

Solo a aquella Fuente del Duque le entro la tristeza, acostumbrada a ver pasar a todo el mundo por allí, sobre todo cuando las aguas del rio bajaban turbias, se fue quedando sola .  En los años 40, ya nadie se acordaba de limpiar las pozas, solo iba por allí aguna nostálgica como mi tia, que seguía pensando que aquella agua era mejor para amasar los panes.  Así se fue destruyendo, quizá pensaría que por lo menos con sus ruinas se conservaría su recuerdo, pero hasta esto se borro.  Se lle echaron encima cuatro metros de altura con tierra para ganar a ese nivel unos metros de tierra cultivable.   Este fue el final de aquella estupenda Fuente del Duque .  Descanse en paz.


Con estos recuerdos solo pretendo que quede constancia de lo que fue aquella Fuente del Duque y las demás fuentes, que tan buen servicio, hicieron en su tiempo.

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